Mi padre apenas ve. Puede moverse por la vida sin bastón, distingue los bultos y poco más. No me reconocería ni aunque pasara a medio metro de él. Pero nadie diría viéndole dar uno de sus dos paseos diarios que es miembro de la ONCE.
El post de hoy lo escribo porque él me lo ha pedido y porque creo que tiene razón. Ya ha estado tres veces a punto de caer por culpa de lo que yo llamo (no soy la única, me consta) los perros cometa.
Son esos perros, normalmente de pequeño tamaño, que van con correas extensibles de varios metros de longitud. Y es cierto que son un peligro. A veces van descontrolados, giran las esquinas sin previo aviso, cambian de dirección o se lanzan corriendo si algo les llama la atención.
Y eso es peligroso, no solo para las personas con problemas de visión como mi padre, también para niños, bicicletas, ancianos y también para los propios perros.
Siempre que andamos con nuestro perro de la correa hay que procurar tener cuidado, que no pueda hacer caer a una persona mayor, a un niño, que no intente alcanzar a saltos a un corredor urbano o a un ciclista, que no baje repentinamente a la calzada… con un perro que va con correa extensible hay que estar aún más pendientes.
Si queremos que a los propietarios de los perros cada vez se nos permita entrar en más sitios y convivir en las ciudades sin problemas, tenemos en nuestro tejado muchas pelotas relacionadas con el respeto a los demás.
Robin es un perro de tamaño pequeño, unos 6 kilos y casi 8 meses, así que poco más puede crecer.
Cuentan que es un cachorrete muy tranquilo y tímido, que lo está pasando mal en el refugio. Sale a saludar cuando llega alguien y enseguida se vuelve a su camita.
Está en Murcia pero se puede enviar a otras provincias. Se entrega con microchip, vacunado, desparasitado, con contrato de adopción.
Más información: adopciones@protectoraparraga.org